martes, septiembre 14




Desde la plaza de armas de un lugar cualquiera,
te escribo una carta para que tú sepas lo que ya sabías, 
aunque no lo dijeras.
Espero que llegue a tus manos y,
que no la devuelvas.

Que pagues el rescate que abajo te indico. 
Yo tampoco me explico, por qué no acudí antes a ti. 
Pero nadie puede salvarme, 
nadie sabe lo que sabes, 
y tampoco entregarían lo que vale mi rescate. 

No hay dinero, ni castillos, 
ni avales, ni talonarios, 
no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-, 
ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido. 
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden;
te conocen, pero no llegan a ti. 

Decidí por eso mismo, un mecanismo de defensa.
Presa como está mi alma, con la calma suficiente,
ser más fuerte, y enfrentarme cuanto antes a la verdad, 
sin dudar un segundo, lo asumo, 
sólo tú puedes pagar el rescate. 

Devuélveme el amor que me arrebataste,
o entrégaselo, lo mismo me da, al abajo firmante; 
pues no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-, 
ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido. 

Y no te obligo a nada que no quieras. 
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden, 
te conocen, pero no llegan a ti.
 

El rescate - Enrique Bunbury

No hay comentarios:

Publicar un comentario